Les comparto a continuación un interesante texto escrito por un buen amigo "Luis Fernando Rodriguez" acerca de "Quienes estamos llamados a cambiar el mundo", de paso los invito a visitar la página www.elbuenpensante.com creada recientemente y que busca generar interesante producción escrita (ensayos, editoriales, testimonios, actualidad, frases célebres y devocionales) acerca de el valor y la identidad del hombre
“El mundo no está en peligro por las malas personas sino por aquellas que permiten la maldad”.
Albert Einstein
Muchas son las ocasiones en que vemos
que los demás hacen algo incorrecto o los demás ven que nosotros hacemos
algo incorrecto, y lo normal es no meterse en nada de ello, pues la
premisa es “cada uno hace su propia vida”. Y es cierto: cada uno tiene
una voluntad que lo hace libre para actuar y ella misma conlleva una
responsabilidad de la cual daremos cuenta delante de los hombres y de
Dios. Pero ¿cual debe ser nuestra actitud como cristianos frente a las
malas actitudes de los demás? En la Palabra existen varias historias que
pueden ayudarnos a saber cuál debe ser nuestra posición agradable a
Dios frente a situaciones o actitudes incorrectas de los demás:
- El pecado de los hijos de Elí: En 1 Samuel 2: 12 – 36 se cuenta cómo los hijos del sacerdote Elí tenían en poco los sacrificios a Dios. En el capítulo 3 versículo 13 Dios mismo dice: “Porque le he hecho saber que estoy a punto de juzgar su casa para siempre a causa de la iniquidad que él conocía, pues sus hijos trajeron sobre sí una maldición, y él no los reprendió”.
- La hipocresía de Pedro: En Gálatas 2: 11 – 14 encontramos cómo Pedro, siendo anciano de la iglesia primitiva, es reprendido duramente por Pablo, quien hacía poco se había convertido. La razón por la cual Pablo reconviene a Pedro es porque usaba de hipócrita, ya que antes de que llegaran ciertas personas de parte de Jacobo comía libremente con los gentiles (lo cual era prohibido para un israelita como Pedro), pero cuando llegaron dejó de hacerlo por el temor de que se enteraran de eso. Gálatas 2: 14 dice: “Pero cuando vi que no andaban rectamente conforme a la verdad del evangelio, dije a Pedro delante de todos: Si tú, siendo judío, vives como los gentiles y no como judío, ¿por qué obligas a los gentiles a judaizar?”.
Casos como éstos nos hacen reflexionar:
¿cuál sería la actitud correcta de toda persona que dice ser conocedora
de Cristo Jesús? La Palabra Dios nos enseña que el Espíritu Santo, quien
nos lleva a toda verdad, transvasa el carácter regenerador de Jesús: “Muchas
cosas me quedan aún por decirles, que por ahora no podrían soportar.
Pero cuando venga el Espíritu de la verdad, él los guiará a toda la
verdad…”. (Juan 16: 12 – 13) Si es el Espíritu
Santo quien nos lleva a toda verdad y nos guía con Su poder, entonces
hemos de concluir que la actitud incorrecta (la maldad) del ser humano
en relación con la verdad del Espíritu Santo es la oposición a dicha
verdad, y esto confirmaría, en cambio, nuestra naturaleza y vivencia
pecaminosa antes de conocer y aceptar a Jesús como Señor y Salvador,
puerta de entrada para recibir el Espíritu Santo (la verdad): “Pero
Dios, que es rico en misericordia, por causa del gran amor con que nos
amó, aun cuando estábamos muertos en nuestros delitos, nos dio vida
juntamente con Cristo (por gracia habéis sido salvados), y con
Él nos resucitó, y con Él nos sentó en los lugares celestiales en Cristo
Jesús, a fin de poder mostrar en los siglos venideros las
sobreabundantes riquezas de su gracia por su bondad para con nosotros en
Cristo Jesús” (Efesios 2: 4 – 6).
De esto podemos deducir que los primeros
en ser transformados de la maldad a la bondad somos nosotros mismos
como cristianos, y por supuesto debe ser este un proceso regenerativo,
continuo y permanente que consolide el carácter de Cristo Jesús en
nosotros. Tal proceso ha de llevarnos de poco en poco a recuperar el
carácter de Cristo; y digo “recuperar” por cuanto ya Dios nos lo había
dada en Adán: “Y
dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra
semejanza; y ejerza dominio sobre los peces del mar, sobre las aves del
cielo, sobre los ganados, sobre toda la tierra, y sobre todo reptil que
se arrastra sobre la tierra” (Génesis 1:26). Si
nuestra imagen debe ser semejante a la de Dios, entonces nuestra
posición frente a los que hacen maldad debe ser la posición de Dios
mismo ante ellos. ¿Deberíamos, entonces, ejercer dominio sobre estas
personas, juzgarlas y condenarlas por sus obras y erradicarlos de la faz
de la Tierra? Al fin y al cabo, estaríamos ejerciendo un don de Dios
que nos fue dado. La respuesta es NO. Lo que Dios quiere es que, a este
respecto, quienes lo conocemos sigamos Salmo 103 : 8 – 11: “Compasivo
y clemente es el SEÑOR, lento para la ira y grande en misericordia. No
contenderá con nosotros para siempre, ni para siempre guardará su enojo.
No nos ha tratado según nuestros pecados, ni nos ha pagado conforme a
nuestras iniquidades. Porque como están de altos los cielos sobre la
tierra, así es de grande su misericordia para los que le temen”. Por
lo tanto, tú y yo que conocemos la verdad estamos llamados a mantener
esa verdad a través del tiempo con nuestro propio testimonio de vida
conforme a las enseñanzas de Jesús [“Vosotros sabéis cómo
Dios ungió a Jesús de Nazaret con el Espíritu Santo y con poder, el
cual anduvo haciendo bien y sanando a todos los oprimidos por el diablo;
porque Dios estaba con Él (Hechos 10: 38);
“Porque esta es la voluntad de Dios: que haciendo bien, hagáis
enmudecer la ignorancia de los hombres insensatos. Andad como libres,
pero no uséis la libertad como pretexto para la maldad, sino empleadla
como siervos de Dios. Honrad a todos, amad a los hermanos, temed a Dios,
honrad al rey” (1 Pedro 2 : 15 – 17)].
Conclusión
Bien lo dice Albert Eistein: “El mundo no está en peligro por las malas personas sino por aquellas que permiten la maldad”.
No son quienes hacen maldad los llamados a cambiar el mundo; ellos no
pueden por cuanto no se les ha revelado la verdad. Pablo lo dice a los
Efesios de la siguiente manera: “Mi oración es que los
ojos de vuestro corazón sean iluminados, para que sepáis cuál es la
esperanza de su llamamiento, cuáles son las riquezas de la gloria de su
herencia en los santos” (Efesios 1: 18); es este un
llamamiento a la bondad, la paz y el amor unos a otros, y un
llamamiento a conocimiento de la verdad.
Hermanos en Cristo Jesús, somos los
responsables, delante de Dios y de los hombres, de que la maldad
retroceda para que cambien las circunstancias de muchos, que mueren sin
el conocimiento de la verdad, sin saber que Jesús es el camino, la
verdad y la vida. Te invito a empezar desde ya con tu familia que no
conoce de Dios: empieza orando por ella para que Él alumbre los ojos de
su entendimiento, confirmando con tus actitudes de misericordia y perdón
que la verdad habita en ti; empieza desde ahora mismo contándoles a tus
amigos y conocidos que sí existe un Dios transformador que entregó la
vida de Su hijo Jesús para que tuviéramos vida ¡y en abundancia!
A quienes han leído esta reflexión y
comprendido que sus errores, por muy graves que sean, son la
consecuencia de estar alejados de la voluntad de Dios les invito a
entregar su corazón de forma sencilla y honesta a Dios. Hágalo desde lo
profundo de su corazón, en lo secreto; entre usted y Él solamente.
Dígale simplemente, con sus palabras, que se arrepiente de su maldad y
que lo necesita, y verá cómo Dios, atento a su oración, le responderá.
Tomado de: http://www.elbuenpensante.com/la-maldad/ (fecha 28/09/2012) escrito por Luis Fernando Rodriguez