La zona
en la que está San Andrés era una de las más complicadas para el imperio
español en sus batallas contra los ingleses en la segunda mitad del
siglo 18. Los españoles tenían problemas por la alianza entre los
'piratas' británicos y los nativos que eran los indios miskitos o
moskitos.
El lío era tal, que tras firmar dos tratados, España le exigió a Londres
que los miskitos desalojaran la Costa Mosquitia (la costa de los países
centroamericanos sobre el Caribe) y las islas. Pero eso –como a veces
ocurre también hoy- no se pudo. Y por el contrario la zona llegó a un
caos tal que el rey Carlos IV decidió en 1803 quitarle ese pedazo de
terreno a la capitanía de Guatemala, aparentemente por incompetencia, y
encargárselo al Virreinato de la Nueva Granada con la idea que desde
allí se podría impartir más orden.
Ese papel del rey es crucial en este litigio. Desde ese entonces, hace
209 años, no solo San Andrés y Providencia y las otras islas pertenecían
a la que después sería Colombia, sino también las islas Mangles y la
Costa de Mosquitia. Es decir, las costas de lo que hoy son Nicaragua,
Costa Rica y Panamá.
Ese mapa quedó así prácticamente un siglo. Tanto Colombia como Nicaragua
estaban tan ocupados en otros asuntos, que poca atención el prestaron a
los cayos. El lío comenzó a prender motores en 1890, cuando Nicaragua
invadió las islas Mangles (que eran del archipiélago de San Andrés).
Pero Colombia estaba tan enredada en guerras civiles que solo protestó
(por medio del entonces ministro Jorge Holguín, bisabuelo de la hoy
canciller) y ni siquiera utilizó el permiso que le dio el Congreso para
irse a la guerra con Nicaragua.
El arranque del siglo 20 fue todo un descalabro para Colombia. Primero,
en 1900, perdió la mosquitia costarricense (en un arbitraje sobre
límites que resolvió el presidente de Francia), tres años después, en
1903, a Panamá, y luego, en 1913, Nicaragua le 'tumbó' las islas Mangle
pues se las arrendó a Estados Unidos que las necesitaba para asuntos del
Canal de Panamá. Colombia volvió a protestar y Managua le contestó
diciendo que no solo las Mangles eran de ellos, sino todo el
archipiélago de San Andrés y Providencia. Y ahí se encendió la mecha del
litigio que terminó esta semana.
Los dos países se enfrascaron en un forcejeo que tuvo un primer feliz
desenlace en 1928 con un tratado 'salomónico' (el famoso
Bárcenas-Esguerra): Nicaragua se quedó con la Mosquitia y las islas
Mangles, y Colombia con "San Andrés, Providencia y Santa Catalina".
Pero en el Tratado quedaron dos temas sin resolver. El de los otros
cayos, los siete ya mencionados, porque el texto dijo expresamente: "No
se consideran incluidos en este Tratado los cayos de Roncador,
Quitasueño y Serrana; el dominio de los cuales está en litigio entre
Colombia y Estados Unidos". Y todo se debió a que un gringo reclamó esos
cayos para Estados Unidos en 1869 por una curiosa ley de su país que le
permitía tomar posesión de islas que tuvieran depósitos de guano
(excrementos de aves que se usa como fertilizante). Por esa vía, Estados
Unidos se hizo alrededor del mundo a 150 islas. Un siglo después, en
1972, Washington dejó claro que los cayos eran colombianos (con el
tratado Vásquez-Saccio).
El segundo tema que no se resolvió en el Tratado de 1928, a pesar de lo
que hasta ahora se había creído, fue el de los límites. Desde entonces, y
durante casi 80 años, Colombia estuvo convencida de que la frontera
entre los dos países era el meridiano 82. Todo porque en el canje de
notas con el que se aprobó el tratado de 1928 se decía que el
archipiélago de San Andrés no iba más allá de ese meridiano. Lo curioso,
además, es que la idea de incluirlo fue del propio Congreso de
Nicaragua que exigía dejar claro esa línea para evitar conatos
expansionistas de Colombia. Sin embargo, la propia Corte Internacional
de Justicia en un primer fallo sobre este caso, en 2007, dijo que no era
un límite sino una "alocation line" o línea de ubicación.
Más allá de los asuntos que quedaron pendientes, el Tratado de 1928
trajo la paz entre los dos países. Hasta 1969 cuando Colombia se entera
que Nicaragua había autorizado estudios sísmicos y exploración en el
bloque del cayo Quitasueño. De eso se dio cuenta, por accidente, un
embajador de Colombia en un país europeo cuando leía una revista
especializada en temas de petróleo e informó de inmediato a Bogotá.
Colombia protestó ante Nicaragua porque estaba irrespetando la frontera
del meridiano 82. Y Managua le respondió diciendo que el meridiano no
era ninguna frontera.
El rifirrafe tuvo un efecto importante en Colombia. En esa época, el
presidente era Carlos Lleras, y el canciller era Alfonso López
Michelsen. Para la recién creada oficina de fronteras –porque la
anterior se había quemado en 1948- el presidente había llamado a un
joven mayor del Ejército, experto en geografía, que había ganado un
concurso de televisión que se llamaba "20.000 pesos por su respuesta".
Se trataba de Julio Londoño Paredes, hijo del general Julio Londoño y
Londoño, que llegó a ser comandante de las Fuerzas Militares, era un
reconocido historiador y geógrafo y escribió un tratado sobre
'Geopolítica del Caribe' que aún hoy es consultado.
En la cancillería de López se comenzó a diseñar una sofisticada
arquitectura de límites marítimos de Colombia con los países del Caribe y
la carta fuerte que el país se jugaba ante sus vecinos era que el
meridiano 82 era frontera. Y así se firmaron tratados con Panamá (1976),
Costa Rica (1977), Haití (1978) y República Dominicana (1979). Julio
Londoño, quien hoy es la cabeza del equipo que llevó el caso de Colombia
en La Haya, estuvo en todas las negociaciones.
La llegada de los sandinistas al poder en Nicaragua (1979) marcó un
punto de quiebre. Curiosamente de la mano del hoy presidente Daniel
Ortega, la junta sandinista declaró nulo e invalido el Tratado suscrito
con Colombia en 1928. El argumento era que en esa época Nicaragua estaba
ocupada por marines norteamericanos.
El tema quedó, por un tiempo, en statu-quo. Colombia siguió con su ronda
de tratados limítrofes y firmó con Honduras (1986), que fue más difícil
porque este quería quedarse con los cayos de Serranilla y Bajo Nuevo, y
después con Jamaica (1993). Pero el de Honduras fue la gota que rebosó
la copa con Nicaragua.
Managua propensa al discurso nacionalista sentía que, de alguna manera,
Colombia y Honduras le estaban fijando sus fronteras. Mientras Colombia
iba afianzando su reinado en el Caribe, Nicaragua veía como lo que era
mar se le estaba convirtiendo en un charco. "Tenemos un litoral de 450
kilómetros y estamos metidos en una piscina", se les oía decir.
Entonces, no solo protestaron el tratado sino que demandaron. Primero a
Honduras, cuando ratificó el tratado en 1999. En Colombia las alarmas
sobre una posible demanda de Nicaragua, estaban prendidas desde tiempo
atrás. Desde 1965, en 44 reuniones de la Comisión Asesora de Relaciones
Exteriores se tocó el tema.
Colombia, ante la inminencia de la demanda, dio un paso que para algunos
fue equivocado. El 5 de diciembre de 2001, un día antes de que
Nicaragua pusiera su demanda, Colombia retiró la competencia de la Corte
Internacional de Justicia. Sin duda fue una movida apresurada, pues
pronto Colombia se dieron cuenta que no servía de nada. En primer lugar
porque el Pacto de Bogotá (que se firmó el 9 de abril de 1948) para
soluciones pacíficas de todas maneras la obligaba a ir a la Corte. Y en
segundo lugar, porque así Colombia no compareciera, Nicaragua hubiese
podido pedirle al tribunal que fallase a su favor.
Colombia decidió hacer una especie de apelación, lo que se llama en la
Corte excepciones preliminares. En 2007, se da su primer fallo sobre
estas excepciones y en él Colombia ganó un punto muy importante: que el
Tratado de 1928 estaba vigente y por ende la soberanía de San Andrés,
Providencia y Santa Catalina no estaban en discusión. Pero Nicaragua
también ganó: la Corte dijo que ella iba a trazar una nueva línea
limítrofe. Y eso fue lo que ocurrió
Tomado de la revista Semana Edicion virtual (el 21/11/2012) http://www.semana.com/nacion/guerras-internas-olvidamos-fronteras/188410-3.aspx